En este restaurante argentino, te vas a sentir como si estuvieras en pleno barrio porteño. Desde que pisás el lugar, el olor a parrilla te envuelve y te invita a disfrutar de una auténtica experiencia criolla. Las empanadas de carne, jugosas y bien especiadas, te abren el apetito mientras esperás el asado, que se cocina lentamente sobre las brasas, como manda la tradición. El menú no solo está lleno de cortes clásicos como el bife de chorizo y la entraña, sino que también podés disfrutar de achuras bien preparadas, como mollejas o chorizos, que acá se sirven con una provoleta bien dorada. El ambiente es bien relajado, con un toque rústico, mesas de madera y fotos que te transportan a Argentina. No te podés ir sin probar el vino tinto, preferentemente un Malbec que marida de lujo con las carnes. Y si todavía te queda lugar, cerrá la comida con un flan casero con dulce de leche o unas típicas facturas. Este lugar tiene ese “no sé qué” que te hace sentir como en casa, ideal para compartir una comida en familia o con amigos.